viernes, 21 de julio de 2017

LOS PUEBLOS DEL VALLE

La carretera serpentea entre el valle nada más dejar Grecia. Siempre en una marcha corta, el autobús comienza a ganar altitud, a pesar de la fuerte pendiente. El atractivo del paisaje viene de la mano de los bancales que dominan hasta donde alcanza la vista. Veinte minutos después aparecen las primeras construcciones de Sarchí, muchas de ellas tiendas de muebles ya que esta localidad está considerada como el referente artesanal del país. Nada más apearme frente a la iglesia, cuya estética se repite en las cuatro localidades que he visitado, contemplo divertido el monumento situado a la entrada del parque:




La carreta, emblema tico y homenaje a sus agricultores, decora casas y talleres, en los que puede contemplarse al artesano en plena faena:



A poca distancia de Sarchí se encuentra Naranjo, enclave cafetalero y centro distribuidor de uno de los cafés más apreciados en la región. La localidad en sí no muestra especial atractivo, sin embargo, merece la pena parar unos minutos en su cooperativa para comprar su café envuelto en papel.



Zarzalejo, conocida como la Suiza de Costa Rica, es el final de esta ruta por los pueblos del Valle Central, y la temperatura al bajar del bus lo confirma. Si Naranjo es conocida por su café, Zarzalejo lo es por el queso de palmito y sus productos ecológicos. Aunque para ser justos, el responsable de la visita a este pueblo es Evangelisto Blanco, quien allá por 1970 (aún los Beatles tocaban juntos y Salvador Allende alcanza el poder), cambia la rutina de su trabajo:













   

  


jueves, 20 de julio de 2017

¿PARA QUÉ TRACTOR SIN VIOLÍN?


Desde la escalinata de la colorida iglesia de Grecia, tres hombres observan el parque situado frente a ellos. En él, un grupo de operarios se afanan para seguir ostentando el galardón de ciudad más limpia de Centroamérica. Sin embargo, este cruce de caminos situado en el Valle Central, no sólo ofrece pulcritud; el viajero pronto notará una cultura gastronómica con personalidad propia, en la que el café y el queso destacan por encima del resto; pero también una sensación de orgullo patrio.



Resulta ineludible al escribir esta palabra no mencionar al popular y querido Don Pepe (o José Figueres Ferrer según los libros de historia). Este humanista nacido a pocos kilómetros, y que ocupó tres veces la presidencia de la República, tiene entre sus mayores logros la abolición de las fuerzas armadas o el incremento del nivel socioeconómico del país. Algunas de sus famosas sentencias, (Hace veinticinco años sólo me preocupaba la pobreza. Ahora me preocupan la pobreza y la riqueza), evidencian el talante, las prioridades y el carisma de su figura. Sin embargo, es un lema situado a las puertas de una escuela, el que despierta mi curiosidad:



Al llegar a la casa familiar en la que me hospedo, el hijo comienza a contarme un sinfín de anécdotas sobre este hombre con tal grado de cariño, admiración y nostalgia, hasta arrancarme una especie de envidia y rabia de no tener la misma suerte de contar con esta calidad de gobernantes, ni prioridades, en mi tierra. Cuando me explica el significado de la frase alzo las cejas, resoplo y decido añadirlo a mi lista de personajes admirables:
     
                ¿Qué clase de sociedad y de seres humanos seremos cuando lleguemos a la abundancia? 
                                 La ciencia y la productividad del trabajo están creciendo con rapidez. 
                                          Lo que no está creciendo con igual rapidez es la sabiduría. 
                                              Corremos el peligro de ser un pueblo rico y vulgar.”

Durante mi visita al Museo del Niño en San José, un guía me explicó el origen de las máscaras nativas y el significado de las mascaradas. En ocasiones, si el pueblo tico no estaba conforme con las decisiones políticas de sus gobernantes, salían a la calle portando estas máscaras como acto de protesta. Desconozco si Don Pepe llegó a conocerlas, pero de lo que sí estoy seguro, es de que no vendría mal llevar unas cuantas de regreso a casa.




   Necesitamos más música' los pueblos no tienen suficientes instrumentos ' más pintura y escultura,                                                      más filosofía, más poesía, más literatura'









martes, 18 de julio de 2017

HAZ COMO EL SALMÓN...

 ¿Manuel Antonio sí, no? Sólo mencionarlo puede provocar urticaria entre aquellos a los que, bajo ningún concepto, estén dispuestos a participar de una romería por mucho que merezca la pena el sitio. Junto a Tortuguero, este parque natural situado frente al Pacífico se disputa el primer puesto de los lugares más visitados de Costa Rica. 

Ya la llegada puede resultar desconcertante para el viajero, especialmente si se espera cierto atractivo estético, ya que Manuel Antonio queda articulado en torno a una carretera que prácticamente conecta la ciudad de Quepos con el parque (o lo que es lo mismo, siete u ocho kilómetros atestados de alojamientos, supermercados y restaurantes). Si añadimos una lluvia de órdago, llegar un lunes (único día en el que cierra el parque), la espera para comprar los billetes o el precio de los mismos, la pegunta inicial ya tiene respuesta (confirmada al ver las hordas de turistas en el acceso al parque).

La romería existe, pero ésta es opcional. La procesión de la "Santa Hermandad del Turista que Tacha de la Lista" recorre el sendero principal (que no el único) y atraviesa el parque, finalizando en la playa.  Suficiente para deslumbrar a un mono con el flash, ver algún reptil o molestar a la famosa y nocturna rana de ojos rojos antes de llegar a la playa. Amén pero no, gracias.

Entonces, ¿porqué somos del atleti?, que diría el niño... 



Pues mira, porque no lleva más de quince segundos alejarse de esta romería, medio minuto dejar de sentir su presencia y un minuto para ser consciente de estar sólo en mitad de un increíble bosque tropical marítimo atestado de flora, fauna y rincones espectaculares. El resto viene sólo y que cada uno lo viva a su manera...    
















sábado, 15 de julio de 2017

¡SONRÍE, ESTÁS EN NICOYA!

Playas paradisíacas, sol en temporada de lluvias, gente agradable, buena música...estás en deuda. Un buen final para estos días pasa por visitar un centro de recuperación de fauna en Cabuya a pocos kilómetros de Montezuma. La deuda se incrementa cuando una familia suiza, de camino a Cabo Blanco, decide aceptarte como acompañante en el coche que han alquilado para recorrer el país. Los carteles con el lema Estás en Cabuya, más que un reclamo, sirven para asegurarle al viajero que aquellas casas diseminadas a lo largo del camino, son su destino. Un hombre acompañado de una yegua sin herraduras (...por eso ando a pie) me confirma, señalándola casi con devoción, que el centro de recuperación se halla cerca. Su director, Geremy, me enseña las precarias instalaciones y se asegura de que entienda los tres "noes": no tocar/no fotografiar/no interactuar con los animales. Monos capuchinos, ardillas, reptiles y un largo etcétera procedentes de toda la península de Nicoya siguen distintos tratamientos con el objetivo de ser devueltos a su hábitat en las mejores condiciones.

La vuelta a Montezuma no es tan placentera (durante los ocho kilómetros no parará ningún coche), aunque a mitad de camino...

   



 (Juanjo 1  -Lonely Planet 0)




Después del  baño en las refrescantes aguas del Río Lejas (de acuerdo a las explicaciones de un muchacho) un árbol llama mi atención; su tamaño hace que el zoom de la cámara vaya y venga durante un buen rato sin que la foto pueda reflejar su magnitud.



(Higuerón 1  -Juanjo 0)



Finalmente, la parada en la Playa de las Manchas (a pocos kilómetros de Montezuma) es un pequeño intento por retrasar lo inevitable...







jueves, 13 de julio de 2017

CUÉNTAME QUE TE PASÓ


Nunca he sabido muy bien cómo continuaba esa cancioncilla, (a parte del ioaioae ioaioae), pero esta mañana, al escucharla camino de la playa en uno de los puestos ambulantes, me he prometido que lo miraría al volver al Luna llena. Este hostal es un claro ejemplo de por dónde van las cosas en esta pequeña localidad de la península de Nicoya. Imágenes de Buda, clases de yoga, comida vegetariana y un largo etcétera de experiencias místicas parecen haberse unido al todopoderoso y castizo Pura vida.





Montezuma no es sólo un referente en la geografía del surfista. Además de su zona de cascadas o los senderos que atraviesan el bosque tropical en paralelo a la costa, la localidad cuenta con numerosos puestos de artesanía diseminados por la calle. Puestos cuya música y estética terminan tan pronto como el asfalto se despide de ti. Es el momento de escuchar el ruido de las olas rompiendo, llevarte una mano a la cabeza mientras caminas entre cocos, (no vayas a ser el próximo candidato a los Premios Darwin), y sacar la cámara:


Y con el ioa ioae en tu cabeza sigues una media hora entre cocoteros porque te han asegurado aún en el asfalto: ¿Playa Grande?, al puro fondo Mae!!! Así que ahí vas tú, la humedad, el sonido de los monos y las olas rompiendo esperando no haberte perdido. El bochorno hace que te olvides por un momento del ioa ioae y te concentres sólo en el baño que te vas a pegar; y vamos que si te lo pegas cuando ves eso:





                                                                     Ioa ioae ioa ioae
                                                                    Ioa ioae ioa ioae

                                                                 Cuéntame qué te pasó
                                                                 Cuéntame qué te pasó

                                                            Que estaba allá en la playa
                                                           Recorriendo las aguaritas
                                                           y vino una abejita y me pico ay ay!






martes, 11 de julio de 2017

EN BUSCA DE LA FOTO SIN NUBES....

La decisión para viajar hasta La Fortuna ,punto de entrada al Volcán Arenal, es fácil y rápida: siete horas en bus rodeando la Laguna Arenal (¿quién sabe si pasando por Suances?) o tomar el bus-barco-bus desde Santa Elena por 25$... Aunque nadie quiere explicarte muy bien en qué condiciones viajas hasta La Fortuna o cuál es la empresa que lo hace (no vaya a ser que contactes con ellos y te den otro precio), no llegué a comprender porque viajar de La Fortuna a Santa Elena costaba 19$ pero de Santa Elena a La Fortuna 25$. Aún así, puedes asistir a escenas entrañables como la de los pequeños porteadores que esperan junto a los conductores del bus la llegada de los ferry para sacarse unos dólares.



El viaje hacia Mordor por el lago dura unos cuarenta minutos. Si el tiempo acompaña puedes verte recibido por el imponente Volcán Arenal; si no, siempre puedes decir que en el momento de la foto estaba cubierto de nubes, pero que poco después el día se despejó...




 
 La Fortuna da para unos cuantos días ya que puedes hacer una visita a las faldas de volcán (ya que está prohibido acceder al mismo) para contemplar las huellas de las antiguas coladas de lava, recorrer las orillas del Lago Arenal o intentar ir a cualquiera de las zonas termales situadas a los pies del volcán (el mismo que se cubre de nubes cuando quieres echar la foto). La experiencia termal conviene no difundirla más de la cuenta para evitar el colapso si aún no estás de vacaciones. Sin embargo, lo mejor de todo fue encontrarme con César y su familia (embajadores de la amabilidad tica) quienes no dudaron en llevarme a su casa y hacer un viaje con ellos a la zona termal, a los miradores alrededor del volcán y a unos cuantos senderos para ver monos; ¡¡¡ e incluso dar vueltas con el coche para intentar tomar esa foto del volcán sin nubes!!!


Y como casi todo,  hay que saber esperar porque todo llega....




lunes, 10 de julio de 2017

Parque de Monteverde

Lo de Santa Elena merece un capítulo a parte. Llegar allí desespera a cualquiera, pero quizás lo más tedioso es encontrarte nada más bajar del bus con un ejército de profesionales dispuestos a venderte alojamiento, transporte, actividades de aventura, o lo que haga falta. También es el sitio donde menos he oído lo de pura vida! así que voy atando cabos y ya lo tomo como una referencia sobre la calidad del sitio. Sin embargo, la visita a la reserva natural de Monteverde te ayuda a olvidar todo este asunto en cuestión de segundos... 


No te lleva más de veinte pasos acordarte de Frank de la jungla (sobre todo en el calzado que lleva), aunque, lo que más llama la atención es el sonido de los animales (porque eso de verlos es como el buscar setas en el monte). 


Después de Frank (es lo que tiene caminar sólo por la selva durante horas) te viene a la cabeza el programa de el Bosque habitado (Radio 3) con sus abrazos a los árboles y esas cosas, y al final, cuando te quieres dar cuenta llevas cinco minutos acariciando una liana.En fin, sin ninguna duda, merecen la pena las interminables horas de bus y el acoso y derribo/calidad de los alojamientos en Santa Elena si lo que te espera después es Monteverde...

  

domingo, 9 de julio de 2017

Museo del niño

San José volvía a entrar de nuevo en escena, aunque esta vez como parada obligatoria para ir desde Turrialba a Monteverde. Sin embargo, lo peor no son las más de seis horas para recorrer apenas cientocincuenta kilómetros, o la reacción al ver en el GPS que te muestra tu compañera de viaje cómo  tardarías menos en recorrer los últimos kilómetros a pie, sino la interminable espera en esa terminal que tienes que buscar dependiendo de la compañía con la que viajes. Si lo más interesante para esa espera es ver cómo un grupo de hombres mete carbón a toda prisa antes de que caiga el temible aguacero (ese que acaba cayendo y nos pega a todos a la ventana) apaga y vámonos.



 Claro que cinco horas viendo ésto... Así que, después de preguntar qué es ese edificio enorme que se ve al fondo, acaba ocurriendo una de las mejores experiencias del viaje: el Museo de los Niños (o lo que es lo mismo, un antiguo presidio reconvertido en uno de esos museos en los que puedes jugar con todo). El resto os lo podéis imaginar...