jueves, 6 de julio de 2017

Turrialba




Al poco de llegar a Turrialba empiezas a creerte eso de estar en América. A dos horas en bus desde San José, este pequeño enclave venido a menos desde que la conexión Capital-Puerto Limón dejó de cargar de café los vagones del Tren de la Selva, parece resistirse a su nuevo papel. Todas las guías hablan de su bonanza durante la primera mitad del siglo XX y de su declive en la segunda. Aunque ya no son sólo la agricultura y sus pintorescos comercios locales los que tiran del añorado tren; el reclamo de hacer el mejor rafting de agua bravas de Centroamérica parece que va por buen camino (¿casualidad que cada alojamiento te recomiende una empresa y que cada empresa finalice el día en un bar?). Sin embargo, a pesar de su pura vida! para arriba y para abajo, y después de explicarte toda la fauna con la que te vas cruzando durante el descenso (almuerzo incluido al detalle a media mañana) acaban contándote lo de la construcción de una gigantesca presa hidroeléctrica. Entonces, lo primero que te viene a la cabeza son esas vías oxidadas que atraviesan la mitad del pueblo y que tu has cruzado, después de mirar a ambos lados, bajo la sonrisa de unos jubilados. 







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